En los últimos años, el uso de herramientas para identificar operaciones inusuales o sospechosas se ha convertido en una parte vital de los procedimientos contra el lavado de dinero (AML). Bancos e instituciones financieras deben tener alguna forma de chequear las transacciones para estar atentos a cualquier operación dudosa desde y hacia clientes.
Como es lógico en nuestro contexto actual de transformación digital, es muy difícil hacerlo manualmente y, como tal, las organizaciones han tenido que optar por sistemas automatizados y herramientas para identificar operaciones inusuales y sospechosas
Entre las acciones a tomar están dos que son fundamentales: Informes de Actividades Sospechosas —SAR— y la integración a una red colaborativa antifraude; sumado a los monitoreos automáticos o manuales, representan las mejores alternativas para mantenernos alejados de esta clase de delitos.
Por su relevancia en el ámbito empresarial, en este contenido vamos a explicar en detalle sobre el monitoreo de transacciones y profundizar en la red antifraude como una de las herramientas para identificar operaciones inusuales o sospechosas más importantes.
¡Sigue leyendo!
Las soluciones de monitoreo de transacciones permiten a las instituciones financieras, hoteleras o de cualquier otra industria dar seguimiento a las transacciones realizadas por sus clientes en tiempo real y/o diariamente.
Estas soluciones analizan tanto la información actual como un registro histórico y del perfil de cada usuario. A partir de ahí, proporciona una evaluación pormenorizada que incluye niveles de riesgos y actividad futura prevista.
Es por esta razón que existen las llamadas de verificación bancarias donde solicitan la confirmación de algún acto financiero; nuestro banco maneja una idea aproximada de cuáles son nuestras actividades normales gracias a esta gestión.
El resultado de esta supervisión comúnmente lo incluyen en una base de datos interna de la empresa, principalmente para cumplir con los requisitos legales de presentación de informes ante los organismos competentes.
En definitiva, la ciberseguridad financiera y de datos personales de los clientes se convirtió en un requisito indispensable para evitar fraudes.
Sin embargo, hoy en día existen redes internacionales donde las empresas están migrando los datos de fraudes que les han ocurrido y, de esta manera, se logra una ayuda colaborativa entre pares empresariales para que todos estén prevenidos.
Esta es una de las herramientas para identificar operaciones inusuales o sospechosas clave y se le denomina “red antifraude”. ¡Sobre esto hablaremos luego!
Los Informes de Actividades Sospechosas —SAR— son una parte fundamental del proceso de monitoreo de actividades fraudulentas.
Cuando se detecta una operación sospechosa, es deber de la empresa informar a las autoridades.
En la mayoría de los países, las actividades dudosas son notificadas mediante la presentación de un SAR. Dada su importancia en la prevención del delito, es imprescindible que sea presentado en tiempo y forma respecto a la regulación de cada país.
Las siguientes situaciones pueden desencadenar un SAR:
Este procedimiento no se limita a los clientes; también son necesarios si una organización detecta que los empleados se han involucrado en un comportamiento confuso o si sus sistemas informáticos se han visto comprometidos de alguna manera.
Ahora bien, ¿qué te parece si esta información recabada la pudieran tener todas las empresas del ámbito alrededor de Latinoamérica?
En efecto, todas las organizaciones tendrían conocimiento de las potenciales amenazas de fraude que están ocurriendo.
Precisamente de esto se trata la red colaborativa antifraude.
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Al hablar de herramientas para identificar operaciones inusuales o sospechosas, está claro que una red colaborativa antifraude es un recurso de amplio alcance.
Se trata de una red anónima donde todos los involucrados han podido prevenir o incluso sufrir algún tipo de fraude, por lo cual son capaces de suministrar experiencias e información valiosa que mejoren el compliance y los programas de otras empresas.
Las cifras de fraude en Latinoamérica no se detienen. Hasta septiembre de 2020 se reportaron aproximadamente 9 billones de cibercrímenes.
En este sentido, parte de estas empresas que fueron víctimas pueden aportar datos valiosos sobre sus atacantes o el modus operandi que fue utilizado para canalizar el delito.
Una red colaborativa antifraude se presenta como una de las herramientas para identificar operaciones inusuales o sospechosas más relevantes gracias a la posibilidad de nutrirse de otras experiencias y casos documentados.
De esta forma, al compartir información valiosa sobre los fraudes transaccionales entre empresas se quebrará el tabú corporativo, lo que beneficia a todos.
El funcionamiento es simple: hay que transmitir la información que tengamos acerca del delito que hayamos sufrido y podremos recibir datos reportados de nuestros aliados para poder prevenir ataques potenciales.
Esta información puede ser compartida según la regulación de Habeas Data y se difunde semanalmente y totalmente confidencial. No existe manera de conocer qué compañías han sido afectadas; por lo que no daremos pie bajo ningún contexto a nuestra competencia de aprovecharse de la oportunidad.
Entre las características más importantes de este tipo de productos encontramos:
En definitiva, estas acciones nos serán útiles para prevenir sufrir casos de fraudes financieros que pongan en riesgo la seguridad de nuestra organización, a los clientes y la sociedad en general.
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